Jerónimo y el origen de la Biblia

¿Qué es verdad? ¿Qué es mentira?
Jerónimo y
el origen de la Biblia


EL TEÓLOGO Nº 8  muestra varias contradicciones esenciales en la Biblia, que revelan cuántos autores con distintos conceptos han participado en la redacción de este libro. Si todo esto se declara como “palabra de Dios”, se obtiene una imagen caótica y esquizofrénica de Dios. De esta manera se llega a conocer a un Dios, del cual el filósofo Ludwig Feuerbach una vez dijo: el hombre se crea a este Dios según su imagen humana. El teólogo Moris Hoblaj también describe la Biblia como “el libro confeccionado a la medida de las Iglesias”, y con esto libera a Dios de la carga de haber sido su creador.
EL TEÓLOGO Nº 14 
reúne algunos hechos sobre la creación de la Biblia que evidencian que en la actualidad existen verdaderamente textos originales en griegos del nuevo testamento. Pero esto no dice mucho sobre la veracidad o la falsificación de los mismos. Posiblemente fueron alterados en una época sobre la cual ya no existen comprobaciones escritas sobre el contenido. Además, se ha comprobado que muchas fuentes del cristianismo originario no fueron incluídas en la Biblia o fueron destruídas por la Iglesia católica romana prístina, en formación.
 

En el año 367 el padre de la Iglesia Atanasio, en su carta de Pascua de Resurrección, mencionó por primera vez un compendio de los libros reconocidos por la Iglesia, que es idéntico al canon (= medida, línea a seguir, o listado, catálogo), es decir, al compendio de escrituras "sagradas" vinculantes. Cuando Jerónimo, padre de la Iglesia, publicó la llamada Vulgata (palabra procedente del latín que significa extensamente difundida) en el año 383, ya existía una amplia recopilación de escrituras eclesiásticas vinculantes. La Vulgata es una traducción al latín de los textos originales bíblicos redactados en griego y hebreo. Hasta entonces había muchos textos traducidos al latín en uso, de los cuales todos se diferenciaban en mayor o menor grado.

Por esto, Jerónimo explicó la situación insatisfactoria en una carta dirigida al que le encomendó la misión, el papa Dámaso I (305-384, papa desde 366), Pero antes dediquemos unas palabras al mismo papa: Dámaso conquistó para sí el trono en los años 366 y 367, después de unas guerras sangrientas entre una tropa de mercenarios y los seguidores de su rival Ursino. Así, la gente de Dámaso asaltó el 26 del 10 del 366 por ejempo la iglesia de Santa Maria Maggiore y mataron a 137 seguidores de su rival Ursino (Alesander Demandt, Historia de la antigüedad, pág. 89 versión en alemán, editado por C.H.Beck Verlag, Munich). Pero fue la actuación del prefecto romano pagano Vettius Agorius el que decidió el final de la guerra interna católica a favor de Dámaso como nuevo "representante de Cristo" aparente y en contra de Ursino. El precepto sucesor de Roma, sin embargo, no quiso tolerar a posteriori la masacre del papa y quiso demandar a Dámaso I por instigación al asesinato. Pero el papa disponía de conexiones poderosas y con mucha influencia. Amigos ricos del papa se cuidaron de que los emperadores respectivos siempre tomaran partido por el dirigente de la Iglesia y la demanda del prefecto por los crímenes papales ni siquiera fue aceptada. Es más, incluso: "Dámaso se impuso con ayuda de dos edictos, el emperador Valentiniano I y Graciano, que reconocieron a la Iglesia romana el poder disciplinario y que ordenaron la colaboración de los funcionarios estatales a la hora de llevar a cabo sus sentencias" (http://www.kirchenlexikon.de/d/damasus_i_p.shtml). Eso tiene mucha importancia porque muchas personas creen que la Biblia fue inspirada por el "Espíritu de Dios", sin haberse preocupado del entorno en el que fue creada.
A continuación viene un extracto de esa carta que Jerónimo escribió al papa Dámaso I, después de que el maestro de la Iglesia hubiera terminado la revisión de los cuatro evangelios del Nuevo Testamento: 

“Tú me obligas a crear una obra nueva partiendo de una antigua, y a su vez a actuar como árbitro sobre ejemplares de la Biblia, después de que hayan sido difundidos desde hace mucho tiempo por todo el mundo y donde difieran entre sí, decidir cuáles están en concordancia con el texto griego auténtico. Es una tarea que igual que exige entrega con amor, alberga en sí peligros y es temeraria a su vez: juzgar sobre los otros y a la vez estar sujeto al juicio de todos. Intervenir en el lenguaje de un anciano cambiándolo y remontar un mundo ya anticuado a los días de su primera infancia. ¿Y si se encontrase aunque solo fuera uno que, sea instruido o no, me llame a viva voz falsificador y sacrílego porque tuve la osadía de agregar, cambiar o corregir en los antiguos libros [latinos] que alguna vez haya leído, y que cuando apenas tome en su mano este tomo [la revisión de los evangelios], descubra que lo que aquí lee no sea de su gusto?
Hay dos reflexiones que me consuelan y me permiten acoger sobre mí esa lacra: por un lado que tú, el obispo de mayor rango, me ordenes hacerlo: por otro, que es difícil encontrar la verdad en formas diferenciadas de lectura, como confirmarían también mis difamadores. Si precisamente uno puede confiar en los textos en latín, díme entonces por favor: ¿en cuáles? Hay casi tantas formas de texto como copias. Pero si la forma del texto verdadera tiene que surgir de la comparación de varios, ¿por qué no volver al original griego y después mejorar todos los errores, sean de traductores de poco fiar, o se trate de mejoras a peor o temerarias, críticos de texto incompetentes o simplemente se trate de añadiduras o cambios de copiadores distraídos? ... Yo ahora hablo del Nuevo Testamento: ... Mateo, Marcos, Lucas, Juan; si los comparo con los escritos a mano griegos 
 ¡claro que son antiguos!  fueron reelaborados por nosotros. Sin embargo, para evitar grandes diferencias con el enunciado en latín, así como estamos acostumbrados en las interpretaciones, hemos contenido nuestras plumas y solo hemos mejorado donde parecía haber cambios en el sentido, mientras que todo lo demás lo dejamos como estaba".(Preámbulo al Nuevo Testamento; citado según "A. M. Ritter, Kirchen- und Theologiegeschichte in Quellen" - "Historia de las Iglesias y de la teología-", tomo 1 -" Alte Kirche"- antigua Iglesia -, pág. 181, en el original " J. P. Migne, Patrologiae cursus completus, series Graeca (MPG) 29, Sp. 525 ff".)

Jerónimo decía de sí mismo que no era un fanático, sino más bien un hombre ponderado que, a partir de todo el material existente, elaboró una obra para la cual se consideraron todos los intereses predominantes. Dado que, como Jerónimo mismo escribe, los textos latinos evidentemente ya estaban ampliamente distribuidos "por todo el mundo", omisiones o adjunciones notorias o importantes en ese punto son prácticamente inconcebibles, incluso aún tratándose de un precepto de honestidad de un científico para con falsificaciones anteriores. Con determinados conflictos en los textos Jerónimo seguro que se decidió a favor del papado de entonces, el que le encomendó la misión. Él mismo escribió sobre eso literalmente: "Mientras que todo lo demás lo dejamos como estaba" lo que naturalmente no aumenta la fiabilidad de esos textos.
 
Las resoluciones de las enseñanzas de la Iglesia católica romana

Aunque Jerónimo expuso sus problemas casi sin solución a la hora de elaborar la Vulgata (la Biblia en latín que a partir de entonces es eclesiásticamente vinculante) y a pesar de que no se trata de un escrito en el idioma originario, sino de una traducción, como el mismo Jerónimo censuró, la Iglesia católica romana, declaró sus textos como infalibles. Esto tuvo su validez dogmática en el concilio de Trento (1545-1563, también denominado Tridentinum) en el año 1546 por el decreto De usu et editione sacrorum librorum, en el que el canon, (es decir, la recopilación de los escritos), de la Vulgata en latín se convertían en vinculantes eclesiásticamente e "infalibles". Sin embargo, cuando  se encontraron después muchos errores, hubo en 1590 una incisión: después de varias correcciones el papa Sixtus V (papa desde 1585 hasta 1590) publicó la Vulgata como la nueva edición auténtica, la "Editio Sixtina", y la declaró eclesiásticamente "infalible". En realidad estaba llena de errores y la Iglesia la refrenó. El papa Clemencio VIII, papa de 1592 a 1605, en 1592 hizo sustituirla por la al fin "infalible" "Editio Clementina", que naturalmente demostró también tener muchos errores 
(Karl Heussi, Compendio de la historia de la Iglesia, Tübingen 1991, 18ª edición en alemán, pág. 337).
Solo después de ser corregida una vez más permaneció durante más tiempo vinculante la cuarta y última versión del año 1598, nuevamente declarada "infalible"...
Como recordatorio: El redactor Jerónimo escribe sobre esto que "en versiones que difieren entre sí, es difícil encontrar la verdad" (Literalmente: “que lo que discrepa no puede ser verdadero”), él habla de "cambios a peor, negligencias y errores de transcripción", y de que hacer de árbitro de ésto es osado. El dogma católico-romano le otorga a la actual versión la etiqueta de “infalible”.

También el hecho de que los textos en el idioma original de su redacción no hayan obtenido esta calificación, sino una traducción en otro idioma, es, dicho suavemente, poco serio. Si esa traducción es oficialmente para la Iglesia "infalible", ¿cómo se pueden conciliar las numerosas correcciones de errores que le prosiguieron? Quizá solo porque la fe beata es ciega y olvidadiza.

Al fin y al cabo la corrección de la "Editio Clementina" de la Vulgata de 1598 estuvo en uso hasta el año 1907, hasta que el papa Pio X (1903-1914) sustituyó la Vulgata por la Nuova Vulgata (quinto intento). Sin embargo, su predecesor Pio IX (papa de 1846 a 1878) declaró ese paso como imposible, ya que poco después del primer concilio vaticano 1869/70, Pio IX había anunciado una nueva decisión doctrinal dogmaticamente vinculante para cambiar la Vulgata hasta entonces conocida, que estaba repleta de errores. La "Editio Clementina" de 1598 "carece de errores" y Dios es su "autor", habiéndola dictado el Espíritu Santo según la decisión del concilio de 1870. En el canon nº 4 del concilio dice literalmente:

“Esta revelación sobrenatural, conforme a la fe de la Iglesia universal declarada por el sagrado concilio de Trento, está contenida en libros escritos y en tradiciones no escritas que fueron recibidas por los apóstoles de la boca del mismo Cristo o que han llegado hasta nosotros porque los apóstoles la transmitieron de boca a boca por el dictado del Espíritu Santo. Los libros íntegros del Antiguo y Nuevo Testamento con todas sus partes, según están enumerados en el decreto del mencionado concilio y como se encuentran en la edición de la antigua Vulgata Latina, deben ser aceptados como sagrados y canónicos. Para la Iglesia estos libros son sagrados y canónicos, no porque ella los haya aprobado por su autoridad tras haber sido compuestos por obra meramente humana; ni tampoco porque contengan  la revelación sin errores; sino porque habiendo sido escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios por autor y han sido confiados como tales a la misma Iglesia”. [Canon 4] 

Esta resolución sobre su enseñanza vinculante y "sin errores" aguantó al fin y al cabo desde 1870 hasta 1907, año en la que se la tachó de fallida. Y no es la única resolución con la que la Iglesia católica romana se ha metido en una situación absurda, pues el concilio dogmatizó en el mismo año 1870 también la infabilidad del magisterio papal, por lo que a la "infalibilidad" de la Biblia se le añadió la infalibilidad del magisterio eclesiástico. Y si un magistrado "infalible" dogmatiza algo como "infalible", entonces las posibles correcciones futuras en realidad tienen que estar doblemente descartadas. Libro que el papa "infalible" había declarado como "inspiración sin errores". Como siempre en Roma se actuó con la versión actual de esa construcción como si se tratara por fin de la "inspiración divina" de siempre. Así que en 2001 el papa Juan Pablo II (papa del 1978 al 2005) lo hizo vinculante como se ve a continuación:

“Si una traducción ya elaborada contiene otra opción diferente a la de la Nuova Vulgata, en relación al fundamento de lo transmitido en el texto o a la secuencia de los versículos o a cosas parecidas, ... tiene que ser corregido". (V Instrucción “Para la recta aplicación de la Constitución sobre la Sagrada Liturgia del Concilio Vaticano II”, artículo 36 de la constitución)

Esas instrucciones también tuvieron sus consecuencias en la revisión de la traducción unitaria protestante-católica del año 1980, puesto que los traductores católicos hasta entonces se tenían que atener a las instrucciones del papa y hacer como si con la traducción de 1907 la Iglesia católica-romana hubiera conseguido por fin en el quinto intento lo que está afirmando desde el siglo cuarto: disponer de una Biblia sin errores. El conflicto en casos concretos está programado y es solo una cuestión de tiempo. Por eso la Iglesia católica ha establecido por anticipado que los protestantes tienen que ceder en ese caso a favor de los católicos, pues se querían ahorrar más bochornos, es decir, nuevas correcciones de la "por fin verdaderamente sin errores" nueva Vulgata (y con ello una posible sexta versión verdaderamente "infalible"). A pesar de que la Iglesia protestante normalmente  se desvaloriza cada vez más como un apéndice de la católica, aquí se puso un freno de emergencia y se bajó del proyecto ecuménico. Mientras tanto se utiliza aún la traducción de 1980, donde el consejo de la Iglesia protestante en Alemania (EKD) es coeditor del Nuevo Testamento y de los Salmos.

¿Qué calló Jerónimo?

Todas las singularidades y absurdidades de las enseñanzas de la Iglesia católica romana sobre la Biblia, sin embargo, son más bien algo secundario si lo medimos con los verdaderos contenidos del cristianismo. Pues en la Biblia ya no hay muchas cosas que Jerónimo conocía del cristianismo originario. Un ejemplo de ello es la relación de Jesús con los animales (ver "El Teólogo Nº 7” - Jesús y los primeros cristianos fueron vegetarianos). Jerónimo mismo escribió: 

“El consumo de carne animal era desconocido hasta el diluvio, pero a partir del diluvio se nos metieron en la boca las fibras y los jugos pestilentes de la carne animal; como cuando se echaron codornices al pueblo quejumbroso y voluptuoso en el desierto. Jesucristo, que apareció cuando llegó la hora, enlazó el final con el comienzo, de manera que ya no nos es permitido comer carne animal” (Adversus Jovinianum I, 18).

A esto se le añaden algunas cosas que el experto de la Biblia Orígenes (185-254) aún enseñaba en el siglo tercero, pero que probablemente Jerónimo no encontró ás en los escritos a mano de la Biblia de aquellos tiempos: Por ejmeplo el conocimiento de la preexistencia del alma antes del nacimiento del hombre y la creencia en la vuelta de todos los seres caídos a Dios (= en la teología denominado a veces como la "conciliación universal";  véase "El Teólogo Nº 2" - Reencarnación y "El Teólogo Nº 19" - No existe una condenación eterna, tampoco en la Biblia). 
Aquí cabe preguntarse: ¿Por qué Jerónimo colaboró en seguir callando esto? ¿Por qué se empeñó tanto en transmitir de forma minuciosa los textos bíblicos reconocidos hasta entonces por la Iglesia, en vez de conservar los conocimientos cristianos originario de otras escrituras y volverlos a hacer públicos, los que de otro modo estarían amenazado a desaparecer? ¿Al final fue Jerónimo quien hizo destruir estas escrituras “apócrifas”? ¿Y eventualmente existieron en manuscritos bíblicos otras huellas de este conocimiento amenazado? ¿Jerónimo sacrificó estas citas, porque ya habían sido eliminadas de las traducciones al latin en uso? ¿Quizá porque quiso o simplemente tuvo que ser leal al papa y a sus intereses para no poner en peligro su vida? ¿Estudió Jerónimo verdaderamente a fondo todos los textos griegos a los que podía acceder? ¿O se fió de los manuscritosSinaiticus familiares para él procedentes del siglo cuarto? ¿Quizá porque no era tan complicado como basarse en otros textos con mayor intensidad o siquiera incluirlos? Desgraciadamente en este punto hay más preguntas que respuestas.
 
 
Pena de muerte para todo lo que difiera de la religión católica estatal 

Una respuesta muy sencilla es que Jerónimo, como está comprobado, quería hacer una carrera profesional y había echado un ojo al trono papal. Cómo se puede llegar a ser papa no hay nada que lo muestre más claro que la biografía del cardenal Josef Ratzinger, alias Benedicto XVI (se puede ver en alemán en la biografía del Profesor Dr. Hubertus Mynarek); con interpretaciones valientes de la tradición eclesiástica o incluso con algunas desviaciones de la misma no se avanza en la Iglesia. Hay que decidirse por lo contrario, por la claudicación completa de la propia personalidad y de la propia conciencia, y a favor de la corriente mayoritaria de la Iglesia y de su historia. Para esto ayuda una ojeada al entorno social y eclesiástico de finales del siglo IV: en aquel entonces la tarea de Jerónimo era hacer concordar a la Iglesia católica romana, que se acababa de convertir en la religión estatal de todo el imperio romano (año 380) poco antes del comienzo de su trabajo en la Vulgata, (382), con lo transmitido en la Biblia. Esto es ya para empezar cualquier cosa menos un entorno serio para una transmisión lo más posiblemente verídica de la Biblia. Hay que hacerse conscientes de que para todo lo que se desviara de la religión católica estatal estaba pensada (desde el año 380) la pena de muerte. O sea que los tiempos de la investigación y la enseñanza libres se habían terminado definitivamente. Todo el que trabajara en ese ámbito tenía de por sí un pie en la hoguera. Por eso no se puede comparar el trabajo de Jerónimo con el de un científico de los de hoy. Él tenía una misión que cumplir en un Estado totalitario opresor emergente. Esas son unas circunstancias que por el contrario dan pie a suponer que Jerónimo hizo cambios serios en los escritos bíblicos a favor de la nueva religión estatal, o sea, que hizo graves falsificaciones. Pero para esas reflexiones tampoco hay pruebas, al menos hasta ahora. De esta manera solo se puede hacer una evaluación seria tanteando paso a paso.

Las escrituras más antiguas que se conservan

El siguiente paso sería adentrarse en la época de Jerónimo. Por este motivo a continuación se da una exposición detallada de los documentos existentes en la actualidad procedentes de tiempos anteriores, en relación al origen de la Biblia.

El texto de la Biblia más antiguo que se puede demostrar es una traducción procedente del año 250. Sin embargo, de ese texto solo quedan hoy en día unas pocas citas. Ese texto mismo se ha "perdido". A esas frases se le añaden las citas en latín de la Biblia, que utiliza el padre de la Iglesia Tertuliano (entre los años 150 y 230) alrededor del año 200. Algunos de sus escritos son los documentos más antiguos que contienen la palabra de la Biblia que existen. Además, hay varias escrituras también en latín, principalmente con textos del evangelio del siglo cuarto, que se pueden comparar si se quieren revisar los textos de la Vulgata escritos por Jerónimo. 
Jerónimo, que hablaba tanto latín como hebreo y griego, parece ser que tenía las fuentes más importantes que había entonces, tanto de las traducciones al latín como también de las escrituras originarias redactadas en griego, que eran las decisivas. De estas, las más antiguas que existen hoy son las denominadas Sinaiticus y Vaticanus, a pesar de que en los tiempos de Jerónimo eran relativamente nuevas. Se redactaron en el siglo IV, el siglo en el que también vivió y trabajó Jerónimo. De esta manera surge una importante pregunta: ¿Cómo se transmitieron esos textos hasta el siglo IV?, y ¿qué fue de ellos cuando ya en el año 326 bajo el emperador Constantino comenzó la persecución de los que pensaban de otra manera, confiscando por ejemplo las casas donde se reunían y traspasándolas a la Iglesia católica. Ya en la primera mitad del siglo IV la Iglesia exigió al emperador la eliminación de la religión de los que pensaran de otra manera (más sobre ello por ejemplo en el escrito "Los cristianos libres Nº 1"). Antes del tiempo de Jerónimo ya estaba en marcha en Europa la barbarie de la Iglesia, que a partir de ese momento duraría muchos siglos.

 
¿Dónde están los papiros? 


Jerónimo trabajó con los documentos griegos, que estaban mucho más cerca del texto original que las traducciones al latín; por lo general trabajaba con el Sinaiticus. Sin embargo, hay también pequeños restos de más de 100 papiros griegos (!), que contienen por regla general en su mayoría pequeñas partes de textos de los escritos del Nuevo Testamento, de los que al fin y al cabo más de la mitad procedían del año 300. De ello surgen importantes preguntas: ¿qué podemos leer en los papiros completos? ¿qué ocurrió con los papiros? ¿dónde están? ¿por qué han sido destruidos todos, con excepción de unos restos mínimos? Eso no es una tonta casualidad histórica.

Sin embargo, suposiciones o probabilidades en esa dirección hasta hoy no se pueden demostrar, y primero hay que diferenciar algo básico:
En los textos griegos se trataba de transmitir el texto redactado originariamente, el primer texto, de forma literal. En los textos en latín, sin embargo, cada traductor traduce de forma diferente, y ya solo por ello ningún texto puede ser igual al otro. Naturalmente, de esta manera todo el que trabaje en el texto  puede afirmar que sus cambios son una traducción a mejor. Esto es una circunstancia importante. A esto se le añade que habría que distinguir entre diferencias pequeñas en las diversas versiones y por otro lado cambios importantes, sean hechos adrede o involuntarios, siendo esos cambios solo interesantes si falsifican el sentido de las palabras originarias. Esa diferenciación se oculta con frecuencia cuando los críticos fanáticos de la Biblia se ríen de las "miles" de variaciones en los textos. Aquí no se tiene en cuenta que en la mayoría de los cambios que se pueden comprobar no se cambia el sentido, o al menos no se cambia de una manera esencial. También en algunas correcciones entre las escrituras más antiguas del siglo IV se trata normalmente, según el conocimiento actual, de pequeños retoques, por ejemplo igualándolo a otra escritura. Si hubiera habido cambios importantes, se hubieran tenido que cambiar todas las copias de esa escritura. Esto no es impensable pues no había muchas, pero hoy en día no hay ni pruebas ni indicios claros de ello. Sin embargo, lo contrario, que el contenido de esas escrituras probablemente no haya sido cambiado gravemente, se puede comprobar todavía menos. De este modo surge la pregunta de dónde se quedaron los aproximadamente 50 papiros conocidos que proceden del siglo III o incluso de tiempos anteriores. ¿Dónde están los papiros?
Las escrituras de los evangelios más antiguas conocidas hoy del siglo IV no son "antiguas" sino "modernas", pues proceden de un tiempo casi 300 años (!) después de su redacción y en un tiempo en el que los cristianos ya no eran perseguidos, sino en el que los hombres de la Iglesia, que se denominaban cristianos, ya perseguían a otros hombres cruelmente.

Las últimas versiones completas más antiguas que se conservan del Nuevo Testamento procedían del siglo IV o V. Investigadores de la Iglesia alegan que los pocos pasajes de los textos (los "fragmentos") de los antiguos papiros del siglo III y en parte del siglo II concuerdan en general con las copias posteriores. Pero incluso si el resultado de que no hubo grandes cambios se siguiera consolidando, eso no cambia nada el hecho de que esos textos fueron escritos mucho tiempo después de que Jesús y sus discípulos vivieran. Además, su antiguedad no dice nada sobre la fiabilidad de su contenido. Solo se tiene una pista a seguir en la dirección del cristianismo originario, y lo más probable es que siguiendo esa pista se encontrasen más cambios graves, es decir, falsificaciones que otra cosa. A esto se le añade que Jerónimo dijo sobre la histora de la transmisión de los textos traducidos al latín que hubo "traductores poco fiables, cambios de parte de críticos de texto incompetentes, o añadiduras o cambios de copiadores distraídos". Eso hace suponer que no se trabajó especialmente de forma fidedigna.
 

El evangelio original de Mateo que se ha perdido


De gran importancia es el evangelio de Mateo original en parte con contenidos diferentes a los del evangelio según Mateo de la Biblia. Jerónimo mismo informa sobre un texto original "secreto" del evangelio según Mateo, que no concuerda con el evangelio según Mateo hasta ahora usual (ese es posiblemente idéntico al evangelio hebreo). Además, los "encargados de sectas" Ireneus (siglo II) y Epifanio (siglo IV) escriben de manera unánime que los "ebionéos solo usan un único evangelio y que se trataba del evangelio según Mateo; además en ello que esa secta (comentario: ya por aquel entonces la palabra secta era un insulto eclesiástico: en realidad se trataba de los cristianos originarios) negaba el nacimiento virginal de Jesús" (Wilhem Schneemelcher, escrituras apócrifas del nuevo testamento, Evangelios, sexta edición en alemán, en Tübingen 1999, pág. 120). Aquí, pues, hay testimonios de testigos fiables,  de que el evangelio original de Mateo, el evangelio según Mateo verdadero, no conocía ningún nacimiento virginal de Jesús, sino un engendramiento natural a través de José y María. Fue más tarde el evangelio según Mateo falsificado por la Iglesia el que  implantó la ide de un nacimiento virginal tomada por cultos idólatras de la antiguedad en el comienzo del evangelio. Las afirmaciones de Jerónimo y de otros padres de la Iglesia son la prueba para la tesis de que los evangelios bíblicos fueron cambiados, es decir, falsificados. ¿Pero qué decía el evangelio según Mateo original? La respuesta hasta hoy desengaña, pues Jerónimo no escribe mucho sobre el tema. Él dice también que el grupo cristiano originario denominado los ebionitas lo utilizaba, y más tarde también lo utilizó el maestro cristiano originario Orígenes. Jerónimo dice literalmente sobre el tema: "En el evangelio que utilizaron los nazarenos y los ebionitas que recientemente tradujimos del hebreo al griego y que la mayoría describen como el (evangelio) auténtico de Mateo, se describe como albañil al hombre que tenía la mano angosta, y que pidió ayuda con las palabras que vienen a continuación: "yo era albañil y ganaba con (mis) manos (mi) sustento: Jesús, te pido que restablezcas mi salud para que no tenga que mendigar deshonrosamente para comer" (Jerónimo, comentario de Mateo sobre 12, 13, cita según Schneemelcher, a.a.O., pág. 134, alemán).

Pero ese ejemplo práctico ya no está en la Biblia de la Iglesia. Ya solo en eso se ve que la ciencia que estudia actualmente la Biblia, a pesar de las investigaciones meticulosas sobre la reconstrucción del texto, solo construye sobre arena, por decirlo de alguna manera, sobre la arena que ha dejado Jerónimo por encargo del papa para su difusión. Los materiales decisivos para la reconstrucción del cristianismo originario y la vida de Jesús faltan, es decir, fueron destruidos por aquel entonces. Jerónimo dijo que "los nazarenos en Beroa" tienen un ejemplar del Mateo original y "está permitido copiarlo" (cita según Schneemelcher, a.a.O., pág. 121 en alemán). Luego había otro ejemplar en la biblioteca en Cesarea. Sin embargo, hoy en día esos documentos están "desaparecidos", y no es sorprendente después de que Jerónimo desvelara dónde se encuentraban aún los ejemplares del verdadero Mateo que difieren de la Biblia. Lo que pasó después se lo puede responder cada uno a sí mismo.
En consecuencia, lo que se tiene es solo un fundamento de arena, para ser más exactos: el "texto original" griego revisado y editado en el ámbito de la lengua alemana y anglosajona en el año 1980. Es visto como una piedra básica de la investigación actual de los textos. Con el material completo existente se supone que se acerca lo mejor posible a los primeros textos que ya no existen procedentes del año 100 aproximadamente. En numerosas notas de pie de página se señalan las diferencias existentes entre las diversas versiones del texto, que como ya hemos dicho, quitando pequeñas excepciones, se refieren más bien a nimiedades que a circunstancias relacionadas con el sentido general. Los científicos del ámbito de lengua germánica (Nestle-Aland, 27 edición en alemán) y anglosajona (Greek New Testament, 3a edición en inglés) se han unificado en un texto griego unitario, que solo difiere en las notas a pie de página. Pero las consecuencias de ello, sin embargo, siguen siendo muy desilusionantes, pues esa reconstrucción del texto, que es vista como un hallazgo existoso, no dice nada sobre lo que puede haber pasado con los textos desde su primera redacción. Esto hay que indicarlo una y otra vez. El hallazgo podría ser una referencia de una transmisión relativamente fiable o la muestra de una falsificación básica de retoques que no dejaban apenas nada de los textos originales.

La Biblia siempre ha sufrido cambios

Lo que sí es seguro es que los evangelistas allí por el año 100 elaboraron el material que tenían presente de forma totalmente individual, poniendo en ellos sus acentos personales, que ya a la sazón evidentemente se desviaban de los hechos reales. Esto también es visto así por las grandes Iglesias. Otros cambios agravantes son pensables especialmente en el siglo II, pero –como ya fue dicho– no son comprobables.

Por ejemplo, podría ser que el producto final del evangelio de Marcos hoy presente provenga del evangelista Marcos. Quizás fue Marcos el autor y redactor, es decir, el revisor de la penúltima o antepenúltima versión. Luego estas fueron complementadas por otro o quizás otros “redactores” que se añadieron después de un breve perido de tiempo (con Marcos se parte de la base de que el final del libro no lo escribió él mismo).
Lo que también es seguro es que la Iglesia oficial que se estaba formando influenció desde el principio sobre los textos, en unos tiempos en los que a la vez se estaba alejando cada vez más del cristianismo originario y se orientaba cada vez más a los cultos idólatras paganos (mírese para ello "El Teólogo Nº 25" - La Iglesia, un culto idólatra totalitario). Básicamente lo que importa es que cambios de textos cuanto más tarde se hicieran tanto más improbables son, puesto que el material naturalmente se seguía difundiendo y las falsificaciones según pasaba el tiempo tanto más fácilmente se podían demostrar, a no ser que en un tiempo posterior aún fuera posible destruir todas las copias que estuvieran en curso y difundir solo las falsificadas.
 
Fuentes ocultas y destruidas
 
Al menos se pudo comprobar que la Iglesia, cuando fue elevada a  religión estatal bajo el emperador Teodosio I en el año 380, quemó sistemáticamente todas las escrituras del cristianismo originario. Con esto trataba de destruir documentos que pudieran contradecir a los dogmas, como por ejemplo muchos escritos del conocido maestro de la Iglesia Orígenes (aprox. 185-254). Así uno se puede preguntar naturalmente si enlazando con esto no habrían sido destruidos manuscritos de los evangelios bíblicos, que en parte tendrían otro contenido al que hoy conocemos. ¿Podría haber participado en esto Jerónimo? Esto es una especulación, pero no sería raro si de pronto apareciera un papiro que difiera considerablemente de los textos conocidos, si es que no existe desde hace tiempo ya, encontrándose bajo llave en el Vaticano, como creen algunos investigadores. Así que seguirá siendo un tema conflictivo.

Esto se confirmó también hace poco cuando  la revista alemana Focus publicó con el título (N° 13/2005) el “descubrimiento del siglo”, el Evangelio de Judas que habría sido elaborado a finales del siglo II. En este Jesús le pidió aparentemente a Judas la traición para poder “liberarse” de su envoltorio corporal. Esta visión "espiritual", en el sentido irónico de la palabra, de los hechos de entonces, fue una de las muchas opiniones que solo aumentó la confusión de interpretaciones en torno a las circunstancias de la muerte de Jesús. De todos modos, las discusiones sobre este evangelio en nuestro tiempo permiten sospechar que en tiempos anteriores no fue muy diferente y que no existían transmisiones de fiar.

Sin embargo, existen pruebas totalmente distintas de las que se concluye que en la cuestión de Jesús no nos podemos fiar de los evangelios bíblicos. Una cosa es segura, que otros textos u otros evangelios fueron destruidos por la Iglesia, y  que estos se diferencian en puntos esenciales de los relatos de los textos bíblicos que conocemos actualmente. Esto se ve en los diferentes fragmentos existentes hasta hoy, en los cuales por ejemplo se encuentran indicios sobre la reencarnación (Evangelio de Tomás) o sobre el amor hacia los animales de Jesús (Evangelio de los Ebionitas). Según el cual Juan el Bautista se alimentaba de forma vegetariana y Jesús explicaba que había venido para abolir los sacrificios de animales: “¿Acaso deseo comer carne en esta pascua?”.
Tampoco fue una casualidad que poco después de que Jerónimo consolidara por primera vez la versión en latín de la Biblia, en Alejandría se quemara intencionadamente la biblioteca más grande de la antigüedad. Esto sucedió en el año 389. Así –como recordatorio– por ejemplo, el gran padre y maestro de la Iglesia Orígenes, en el siglo III, disponiendo de muchas más fuentes cristianas originarias que nosotros en la actualidad, creía en la preexistencia del alma y seguramente creía también en la reencarnación (comprobado en "El Teólogo Nº 2" - Reencarnación). Probablemente mucho en Alejandría se transformó en humo, lo que Jerónimo ocultó conscientemente. Recordemos que no era un investigador libre, sino que tenía que cumplir un encargo en un Estado totalitario.

Existieron otras fuentes innumerables del cristianismo originario sobre Jesús, de diferente procedencia, que no fueron incluidas en la Biblia, como por ejemplo el Evangelio Nazareo, el Evangelio Hebreo, el Evangelio de los Doce o palabras individuales de Jesús. De importancia determinante es un Evangelio original de Mateo, con otro contenido que el evangelio bíblico de Mateo. El mismo Jerónimo habla de un texto “original” secreto del evangelio de Mateo que no concuerda con el evangelio de Mateo actual (este es posiblemente idéntico al Evangelio Hebreo). ¿Pero qué estaba escrito en él? La respuesta es desalentadora. No se sabe. Pero ya solo con esto se puede ver que la ciencia bíblica con su investigación meticulosa y en su reconstrucción del texto ha construido sobre arena; si se quiere en arenas de Jerónimo, ya que actualmente faltan materiales decisivos para la reconstrucción del cristianismo originario y de la vida de Jesús.

Los textos que la Iglesia de entonces consideró sospechosos en algún momento ya no fueron más copiados y por esto solo se encuentran de forma parcial en escritos eclesiásticos antiguos de “encargados de sectas” (por ejemplo Irineos, Epifanio). Estos combatieron a sus enemigos que se encontraban fuera de la Iglesia, y para este fin citaban lo transmitido falsificándolo e interpretándolo con frecuencia de manera falsa. Pero el hecho de que los inquisidores eclesiásticos citaran notoriedades de esas escrituras y que estos documentos aparentemente hoy ya no existen, hace evidente las luchas que hubo a la hora de transmitir la verdad. Partiendo de esta base,  la teoría de una Biblia falsificada es de todas más problable que las afirmaciones que hace la Iglesia de lo contrario. 
Para profundizar en la temática al final se resumen las posibilidades de las falsificaciones que se pueden clasificar en cuatro categorías, de lo cual mucho –como se expuso– ya está demostrado (PS: En este artículo no se entró en todas las categorías). Todas esas posibilidades que se exponen a continuación tiene numerosos ejemplos.

Cinco tipos de falsificaciones

1) Escritores bíblicos falsearon mensajes de Jesús o de los profetas. Por ejemplo, Pablo cambió el mensaje de Jesús (ver ”El Teólogo Nº 5” - Cómo Pablo alteró la enseñanza de Jesús). O los sacerdotes hacen de los mensajes de los profetas lo contrario – 100 % demostrable con comparaciones en el Antiguo Testamento. Solo hay que comparar (ver ”El Teólogo Nº 8” - Cómo el diablo hizo estragos en la Biblia).

2) Revisores eclesiásticos o sacerdotes del tiempo del Antiguo Testamento falsificaron los textos – es difícil de demostrar. Por ejemplo, cuando Jesús dijo, sobre esta roca voy a construir “mi Iglesia”: ¿Utilizó realmente la palabra “Iglesia”, u hombres de la Iglesia hicieron como que había salido de su boca? No se puede demostrar ni lo uno ni lo otro. ¿O lo dijo Jesús pero quiso expresar algo muy distinto? La mayor parte se basa en indicios o teorías. Ya se falsificó muchas veces lo transmitido verbalmente antes de que se anotara algo –por ejemplo, con la persona de Moisés. Simplemente se le presenta talmente diferente a lo que realmente fue, y por ejemplo se le atribuyó que Dios le había ordenado que hiciese sacrificios de animales.

3) Traductores tergiversan el sentido original mediante las traducciones – fácil de demostrar, ya que los originales están presentes. Muchas veces, sin embargo, es discutible cuál fue el sentido original. Inequívocamente, por ejemplo, es en la carta de Santiago donde claramente se habla de la “rueda del nacimiento”, una referencia a la reencarnación. La traducción unitaria alemana traduce de forma enmascarada, “circuito de la existencia” y Lutero simplemente inventa un nuevo sentido y traduce “todo el mundo”. La referencia a una rueda de renacimiento es tachada o eliminada.

4) La cuarta categoría es la “transmisión de falsas impresiones”. Un traductor tergiversa el sentido original del texto en una dirección determinada. No se puede probar que la traducción esté falsificada, pero lo está, dado que no se pregunta por el sentido original, sino que se que se saca del texto lo que se desea leer. Martín Lutero utilizó constantemente ese método de la falsificación (ver ”El Teólogo Nº 1”  Quién sigue a Martín Lutero y quién sigue a Jesús de Nazaret ”El Teólogo Nº 2” Reencarnación), como por ejemplo cuando traduce una frase de Jesús “El que tome la espada, deberá ser muerto por la espada” cuando en realidad dice “morirá” –una gran diferencia. La Iglesia católica romana probablemente que ha hecho de las transmisiones de falsas impresiones una norma que es vinculante por la instrucción de Juan Pablo II, del año 2001. Esta dice que en cada traducción hay que tener en cuenta la "enseñanza sobre la fe católica". Si en los siglos pasados también se trabajó así (lo cual es más que probable) entonces se confirma la teoría del teólogo Moris Hoblaj de que la Biblia es sobre todo el libro hecho a la medida de la Iglesia.
 
5) Al fin y al cabo esto conduce a la quinta categoría de falsificaciones, la de las proyecciones de las propias opiniones o convencimientos sobre la Biblia, lo que sobre todo domina la Iglesia católica-apostólica-romana de una manera "magistral". Así, por ejemplo, el 22 de abril del 2011 el papa Benedicto XVI dijo sobre el papel de María: "Alguno dirá: "Eso no tiene ningún fundamento bíblico!" A eso yo respondo con San Gregorio el grande: Las palabras de las Sagradas Escrituras crecen al ser leídas. Esto significa que se desarrollan hacia la realidad y crecen cada vez más en la historia". Con más hipocresía apenas se puede formular que se es un falsificador de la Biblia. O sea que para la Iglesia no son decisivas las palabras originarias de los textos de la Biblia para reconstruir el sentido original, sino que lo decisivo para ella es que se pueda proyectar como sea en la misma la enseñanza católica romana que vino más tarde y que ellos ponen como la verdad. Al fin y al cabo el mensaje de la Biblia se insulta de esa manera tanto, que todo creyente de la Biblia se tendría que apartar  escandalizado. Una proyección retroactiva parecida de hechos no bíblicos en la Biblia también la hace la Iglesia cuando quiere basar la instauración del papado a través de Jesús por sus palabras a Pedro, de que él era la "roca". A los protestantes, que antaño empezaron en el siglo XVI bajo el lema "volver a la Biblia", también les interesan en la actualidad cada vez menos  las verdades que se encuentran en la Biblia, sino que sobre todo les interesa ser reconocidos como una Iglesia totalmente válida en el ecumenismos de la Iglesia católica romana que en realidad es una Iglesia del culto a Baal (véase aquí)(Dieter Potzel)
 

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